EE.UU: LA PRIMAVERA DE LA ESPERANZA

Por Gustavo Robreño Dolz

Nunca hubiera imaginado el gobierno imperialista de Estados Unidos, fabricante de la llamada “primavera de Praga”, de las sucesivas “primaveras árabes” o de la “primavera de la Plaza Maidán”, que iba a tener que enfrentar su propia “primavera”, surgida espontáneamente como consecuencia del asesinato a manos de la policía de Minneapolis del afrodescendiente George Floyd, convertido así en fuente de inspiración para estas luchas que hoy conmocionan  a la sociedad estadounidense, al margen de diferencias políticas, raciales, religiosas o de cualquier otro carácter.

Como es sabido, hay en ese país un racismo estructural desde su fundación como nación, hace más de dos siglos, atribuido a circunstancias internacionales que entonces lo propiciaron y al origen social de sus fundadores, quienes en la declaración de independencia no incluyeron a la abolición de la esclavitud.  Tampoco fue mencionada expresamente en la Constitución, dos décadas después.

Surgieron de este modo, en la práctica, dos países: el de los blancos y el de los negros procedentes de la esclavitud, donde los primeros impusieron su hegemonía, generalmente mediante el abuso y la fuerza.

La Guerra de Secesión de mediados del siglo XIX, lejos de resolver el problema, lo agravó y complicó, sembrando resentimientos que el desarrollo del capitalismo en lo interno y la expansión territorial e imperialista en lo externo se encargaron de profundizar y extender.

La llegada de una masiva emigración latina desde comienzos del pasado siglo añadió un nuevo elemento a esa realidad y le agregó discriminación y maltrato hacia este sector de la población que, por otra parte, resultaba mano de obra indispensable para la economía y el desarrollo del país imperial.

No son nuevos y suman ya una larga lista los asesinatos impunes de hombres y mujeres de la raza negra, de emigrantes latinos o de blancos en condición de pobreza e indigencia a manos de la policía o las condenas injustas que han llenado las cárceles y conducido a muchos a dudosas penas de muerte.

La gigantesca y multitudinaria explosión que tiene lugar en estos días a lo largo y ancho de todo el territorio imperial muestra, sin embargo, algunas diferencias esenciales con respecto a las anteriores.

Y es que, comenzada como rechazo al racismo y la brutalidad policial, rápidamente se convirtió en una vasta protesta social abarcadora de 150  ciudades del país, que involucró conjuntamente en un amplio frente de lucha a representativos de los más diferentes sectores de esa sociedad, habitualmente no coincidentes en sus reclamos públicos.

Un elemento particularmente novedoso y significativo han sido las contradicciones del régimen de Trump con el estamento militar, tan cotejado por el magnate, quienes han manifestado públicamente su negativa a incorporarse a la represión contra los ciudadanos y mostrado su solidaridad hacia los demandantes.

Voceros importantes del estamento militar han sido el hasta hace poco secretario de defensa del régimen actual, general James Mattis y el actual secretario de defensa, Mark Asper, quién condenó el llamado de Trump a aplicar la llamada “Ley de Insurrección” de 1807.

No son pocos los que asocian esta actitud de los militares con la aparición, en plena revuelta, de grupos paramilitares armados, -adictos al gobierno,- participantes en la represión de las protestas en algunas ciudades utilizando helicópteros particulares.

El origen de estas pandillas armadas pro-Trump ha causado especial preocupación, por cuanto ello se origina a pocos meses de los comicios presidenciales, donde las aspiraciones reeleccionistas del mandatario están en juego.

Tomado de: Patria Nuestra

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