Esteban Ventura Novo: El hombre del traje blanco

Muchos consideraban a Esteban Ventura Novo el arquetipo del asesino en la historia de la lucha revolucionaria en Cuba; el de los actos represivos más sangrientos, las torturas más bárbaras y el mayor número de víctimas mortales.

Un matador consciente y cabal que, amparado en sus cargos en la Policía Nacional, basó su carrera de ascensos (hasta coronel) enteramente en el crimen e hizo de ese su único medio de ganarse…mucho más que el pan.

“El hombre del traje blanco”, como lo llamaron significando el contraste entre el color que le gustaba vestir y su tenebrosa hoja de vida, presumía de valentón, pero nunca andaba solo; se movía siempre en varios automóviles, rodeado de sus matones, y descendía del carro con su pistola calibre 45 en la mano.

Su imagen era recurrente en los periódicos y en la televisión, donde solía aparecer –siempre atildado– entre flashs de cámaras fotográficas, mostrando detenidos, armas, propaganda y explosivos “ocupados” en operaciones bajo su mando.

Ante los periodistas, seguro del terror que infundía su sola presencia, era capaz de decir tranquilamente señalando a los prisioneros con huellas de maltrato mal disimuladas: “…Mírenlos bien, muchachos, están todos sanos. Ustedes son testigos….”

Uno de los más horrendo crímenes asociados directamente a la figura del coronel de la Policía Nacional, Esteban Ventura Novo, fue la detención, tortura y posterior desaparición de Lidia Doce y Clodomira Acosta, mensajeras del Ejército Rebelde apresadas en La Habana el 12 de septiembre de 1958.

El cabo Caro, uno de los asesinos bajo las órdenes del coronel Esteban Ventura Novo, relató ante el tribunal revolucionario que lo juzgó, el horror de que fueron víctimas las dos heroicas mujeres:

“… del reparto Juanelo fueron conducidas a la 11a Estación (…) El día 13 Ventura las mandó a buscar conmigo y las trasladé a la 9na Estación, al bajarlas al sótano que hay allí, Ariel Lima[1] las empujó y Lidia cayó de bruces, casi no podía levantarse, y entonces él le dio un palo por la cabeza saltándoseles casi los ojos al darse contra el contén (…) la mulatica flaquita se me soltó y le fue arriba arrancándole la camisa, mientras le clavaba las uñas en el rostro. Traté de quitársela de arriba y se viró saltando sobre mí en forma de horqueta sobre mi cintura y él tuvo que quitármela a palo limpio hasta noquearla (…) La más vieja, Lidia, ya no hablaba, solo se quejaba. Estaba muy mal, toda desmadejada…”

“…El 14 por la noche Laurent llamó a Ventura y le preguntó si ya habían hablado y éste le dijo: Los animales estos le han pegado tanto para que hablaran que la mayor está sin conocimiento y la más joven tiene la boca hinchada y rota por los golpes, solo se le entienden malas palabras (…) Laurent terminó solicitando que se las enviara y Ventura se las mando conmigo “prestadas”, pues eran sus prisioneras…”

“…Fuimos en el carro de la leche, vehículo utilizado para disimular el traslado de presos o muertos que guardaban en la 10ma Estación. (…) después de fracasar Laurent en sus torturas sin lograr sacarles una palabra, en la madrugada del 15 –ya moribundas– las metieron en una lancha –en la Puntilla, al fondo del Castillo de la Chorrera– y en sacos llenos de piedras las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al fin, al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer en el mar…”

Tomado de Patria Nuestra

Un comentario sobre “Esteban Ventura Novo: El hombre del traje blanco

  1. Mucho de éstos hechos han quedado impunes por el apoyo de los gobiernos de EEUU y la gusanera de Miami, fundamentalmente batistiana en el fondo.Quienes ,dicho sea de paso,sueñan con volver a Cuba a recuperar sus «propiedades»,que han intentado desde ya se les «devuelvan»,a tenor de la Helms-Burton.! INCREÍBLE!

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