¿Es Cuba un “misterio”?

A los que indaguen sobre ello, obviamente, es necesario dar una respuesta argumentada, razonada y basada en sólidos antecedentes.

Si se hace por orden cronológico, es necesario remontarse a las recordadas glosas sobre el pensamiento martiano del líder comunista Julio Antonio Mella en la década del 20 del pasado siglo, cuando subrayó “la necesidad de investigar el misterio del programa ultra revolucionario de José Martí”.

 Años después, el poeta y escritor católico José Lezama Lima afirmó que Martí “es un misterio que nos acompaña”, y ambas sentencias pasaron a formar parte —desde interpretaciones diferentes— de una misma realidad que no es negada ni por la creencia divina ni por el materialismo histórico.

Ya en su memorable oración de Tampa (“Con todos y para el bien de todos”) el Apóstol habíase referido al “misterio de ternura de la palabra cubano”, a la que llamó dulcísima y que “si se la pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro y es trono o cumbre de monte la naturaleza”. Añadió entonces: “Se dice cubano y una dulzura de suave hermandad se esparce por nuestras entrañas…”

Digamos de paso que “el misterio de Martí” forma parte consustancial de eso que llamaríamos “el misterio de Cuba” y viceversa, en una visión dialéctica y totalizadora de cómo nació, cómo se desarrolló y cómo ha sido el devenir de la nación cubana desde el 10 de octubre de 1868 y aún antes, pues no podemos desconocer la siembra ideológica de Caballero, Varela y Luz.

Llamémoslo “misterio” o excepcionalidad histórica; tanto en un caso como en otro, recordemos esta enjundiosa frase de Armando Hart referida al Apóstol:

“Martí se define en primer lugar por su inmensa capacidad de entrega a la causa humana, este fue el sentido de su vida. Lo que lo hace excepcional es que unido a una vocación total de sacrificio va su extraordinaria inteligencia, su talento superior y su vasta cultura, también su capacidad de organizar, reunir hombres y sus extraordinarias dotes para la acción. Alcanzó un grado superior de virtudes que podemos representar en tres ideas: Amor, inteligencia y capacidad de acción. Todo ello forado por una voluntad creadora y humanista”.

Fue Cuba la última colonia americana en independizarse del imperio español, —que ya hacía aproximadamente un siglo había comenzado su declinar en América—, y fue la primera revolución socialista y el primer país socialista en el hemisferio occidental, atravesando vertiginosamente seis décadas de historia en que debió sobreponerse, mediante luchas incesantes en todos los terrenos, de la condición neocolonial impuesta por el entonces poderoso imperialismo de Estados Unidos en expansión.

Profundizando en características poco comunes que el país fue acumulando a lo largo de las diversas etapas recorridas desde su dilatada condición de colonia, “descubierta” por Cristóbal Colón en portentosa hazaña marítima.

Sinteticemos que solo en los pasados siglos XIX y XX la pequeña isla fue capaz de reunir bajo el mismo cielo a personalidades de alcance mundial como Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, Calixto García y Antonio Maceo, abriendo el camino que luego transitaron Julio Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, seguidos de cerca por la Generación del Centenario que podemos simbolizar en Fidel Castro, Frank País, Camilo Cienfuegos y José Antonio Echeverría, por citar solo unos pocos, y muy sobresalientes ejemplos que se unen al más universal, ya mencionado, y a otros no nacidos aquí pero también cubanos por historia y vida: Máximo Gómez y Ernesto Che Guevara.

Y viniendo a la actualidad, ¿será un “milagro” ser el único país latinoamericano y caribeño capaz de producir una vacuna contra la devastadora pandemia de COVID-19? No puede desconocerse como rasgo singular de los forjadores del pensamiento político y filosófico cubano, —y puede añadirse también al presunto “misterio”— que ellos tuvieron siempre una tendencia marcada hacia la acción social y hacia la política práctica, encaminando su quehacer al lado de la justicia y a partir de una política culta.

En cuanto al ideal de las ciencias y la cultura, tanto como de la educación o la pedagogía, su integralidad y aplicación tuvieron que ver por lo general con ideas éticas y patrióticas a lo largo de los siglos a partir de sus figuras más sobresalientes.

Es reconocido y está comprobado que la identidad nacional cubana logró superar la ruptura milenaria entre ciencia y utopía, articulando no sin escollos esos dos planos de la vida para forjar un pensamiento creador de conciencia humana y validez universal; el sabio alemán Alejandro de Humboldt así lo confirmó. Haberse enfrentado victoriosamente a tres imperios en desiguales combates, en diferentes épocas y circunstancias y haber emergidos dignos y airosos puede resultar efectivamente para algunos como una especie de “misterio”. Los cubanos sabemos que ciertamente no lo es y en nuestra propia historia tenemos la explicación y la respuesta.

Nuestros próceres y pensadores partieron de una experiencia singular porque en nuestro país el pensamiento liberal y democrático de los enciclopedistas franceses propició que el escolasticismo medieval hallara una firme y esclarecida resistencia intelectual, política y educacional por parte de generaciones cada vez más cultas, con compromiso a favor de la justicia y capaces de vincular la teoría con la práctica. Si hay algún “misterio”, ahí está. Es el que se trata de desentrañar y exponer en los espacios organizados por la Sociedad Cultural “José Martí”; que tanta aceptación y favorable acogida han recibido desde sus inicios, para seguir aprendiendo de nuestra propia historia.

Tomado de Patria Nuestra

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