‟Martí no es de raza vendible”

Con el remo de proa.

El carácter entero de José Martí

Lic. Daneyis González Bonne*

En 1879, un año después de finalizada la Guerra de los Diez Años, los cubanos gozaban de algunos derechos civiles y políticos largo tiempo demandados. Se había restablecido la libertad de imprenta y se podían organizar en partidos, así como elegir a los organismos locales de gobierno y contar con representación en las Cortes. De hecho, el desarrollo de la prensa fue notable y contribuyó a la difusión de ideas liberales siempre que no fueran independentistas ni incitaran a la rebelión, siendo el discurso reformista y autonomista el predominante en la esfera política.

Los representantes liberales en su mayoría fueron dueños de ingenios, intelectuales y abogados, sobre todo de La Habana y Matanzas, quienes apostaron por un régimen autonómico adaptado a las especificidades del desarrollo de la Isla. Estaban temerosos del reinicio de una contienda que arrasara con los campos de occidente, como ocurrió en el centro y oriente debido a la tea incendiaria causal de grandes pérdidas económicas. De manera que con el propósito de encauzar sus ideales fundaron el Partido Liberal el 3 de agosto de 1878, que estaba lejos de representar los sentimientos patrióticos del país.
En este contexto, José Martí había arribado a Cuba el 31 de agosto de 1878 en compañía de su esposa1 quien se encontraba embarazada de su hijo2. Desde entonces en las reuniones o espacios que asistía y se le presentaba oportunidad, declaraba su desafecto al autonomismo. Al respecto, el Apóstol sentenció en una ocasión que ‟el hombre que clama, vale más que el que suplica (…). Y los derechos se toman, no se piden: se arrancan, no se mendigan”3. Las autoridades hispanas se percataron del carácter independentista de la oratoria martiana, pero en ese momento la prioridad del contraespionaje español era la conspiración liderada por Calixto García desde Nueva York, que desencadenó en la isla la llamada Guerra Chiquita.
Este conflicto bélico inició en agosto de 1879 y demostraba que si el enemigo llamó paz a la derrota, el revolucionario le llamó tregua4. Los mambises volvieron al campo de batalla y, como parte de las acciones de enfrentamiento, las autoridades españolas dispusieron la detención de personas simpatizantes o partidarios de la independencia de Cuba. Por ello, el 17 de septiembre el Capitán General Ramón Blanco y Erenas aprobó detener a Martí, quien fue arrestado en su casa ubicada en la calle Amistad no. 42 entre Neptuno y Concordia, hoy municipio Centro Habana5. En el momento del arresto el Apóstol se encontraba almorzando con Juan Gualberto Gómez, con quien había estrechado lazos de amistad desde su retorno al país.

Martí fue trasladado a la jefatura de la policía en Empedrado y Monserrate, donde poco tiempo después llegó su amigo el letrado Nicolás Azcárate. Este último logró un encuentro con Blanco para interceder por Martí, pero la autoridad hispana puso como condición para liberarlo del proceso, que el detenido debía declarar su adhesión a España. El gobernador vio la oportunidad de desmoralizar la prédica política martiana, pero la respuesta que recibió del Apóstol al conocer la maniobra fue: ‟Digan ustedes al general que Martí no es de raza vendible”6. Durante el tiempo que estuvo detenido lo visitaron unas 300 personas y Blanco conocedor que podía convertirse en un líder revolucionario dispuso su deportación inmediata a Ceuta7 sin juicio previo.

El 25 de septiembre, siendo un joven de 26 años, José Martí salió detenido rumbo a España a bordo del vapor Alfonso XII en su segunda deportación. Una vez que arribara a la península ibérica quedaría a disposición del gobernador de Santander, ciudad adonde llegó el 11 de octubre; y su máxima autoridad lo envió a la cárcel aunque con recomendaciones especiales8. Estuvo tres días detenido, pues su orden de libertad llegó el día 13 a manos de Ladislao Setién, anciano diputado a las Cortes por Laredo quien había conocido a Martí en la travesía hacia España y al conocer de su prisión en Santander pagó su fianza9.

Aunque en libertad, seguía vigente la disposición del Ministro de Ultramar para su traslado a Ceuta en concepto de preso. Sin embargo, el Gobernador Civil de Santander refrendó su pasaporte para que se dirigiera a Madrid y compareciera ante el funcionario de igual rango en esa provincia, encuentro que tuvo lugar el 29 de octubre. Por esos días, Martí también se entrevistó con Arsenio Martínez Campos para entonces presidente del Consejo de Ministros, quien al parecer intentó apartarlo de su causa independentista con resultados infructuosos, pero que favorecieron a Martí. El 17 de noviembre por Real Orden se le solicitó al Ministro de Ultramar que anulara el traslado del joven a Ceuta, disposición que quedó sin efecto tres días después10.

Una vez liberado de su deportación a la colonia africana, permaneció en Madrid donde estuvo en contacto con políticos españoles como el abogado y diputado al Congreso Cristino Martos Balbi, a quien expuso las verdaderas aspiraciones de los cubanos11.

En este periodo Martí mantuvo una estrecha comunicación epistolar con su amigo en La Habana Miguel F. Viondi, a quien da pormenores de su estancia en España y expresa su aflicción por encontrarse distante de su esposa e hijo.

Sin dudas, esta segunda deportación de Martí contribuyó a ratificar en el Apóstol su compromiso con la independencia de la Isla y demostró una vez más su sensibilidad humana.

*Presidenta del MJM en la provincia de Santiago de Cuba

Tomado de Panorama Mundial

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