Sin dudas la Asamblea General de Naciones Unidas nunca había presenciado un espectáculo semejante: los regímenes de Trump y Netanyahu rechazaron con su voto en contra la Resolución aprobada abrumadoramente por 169 países, titulada “Respuesta integral y coordinada a la pandemia COVID-19”, que establece una ruta multinacional de actuación contra la voraz enfermedad que aflige al mundo y que es calificada como “uno de los mayores desafíos” en la historia humana.
Por si alguna falta hacía y a alguien quedaban dudas, ambos regímenes fueron desenmascarados y pusieron en evidencia una vez más su entraña criminal y el desprecio por sus propios pueblos- en primer lugar- y por el resto de la humanidad que hoy lucha -al margen de diferencias políticas, económicas, sociales, religiosas o de otro tipo- frente a la terrible pandemia que se acerca a los 30 millones de contagios desde su comienzo y a la cifra de un millón de fallecidos.
Con respecto al régimen del enloquecido Trump, nada en este sentido puede ya sorprender pues desde hace tiempo retiró su apoyo y arremetió contra la Organización Mundial de la Salud (OMS) y se convirtió en “hazmerreir” del mundo con sus afirmaciones disparatadas y estúpidas acerca de la COVID-19 y su posible curación.
No es casual que el actual presidente de Estados Unidos de América cargue alegremente sobre sus espaldas -hasta el momento- con más de seis millones y medio de contagiados y casi doscientos mil cadáveres, que han sucumbido como consecuencia de su negligencia e ignorancia.
La masacre de Trump sobre su propio pueblo, -que ahora pretende extender al resto del mundo,- supera a los daños humanos causados a Estados Unidos por Hitler, Mussolini e Hirohito “juntos”, añadidos los que le causaron las guerras de agresión contra Corea y Vietnam.
Si viviéramos aún en los tiempos del Tribunal Internacional de Nuremberg contra crímenes de guerra, a donde por iniciativa de la Unión Soviética fueron llevados algunos de los principales jerarcas nazis, es seguro que Trump y Netanyahu estuvieran allí sentados en el banquillo de los acusados y no podrían eludir una sentencia condenatoria y ejemplar.
De cualquier forma, el voto criminal en la ONU de estos dos regímenes egoístas, prepotentes y sangrientos ha servido para confirmar ante la humanidad donde están sus amigos y aliados más sinceros y verdaderos y donde están sus reales enemigos.
Tomado de Patria Nuestra