Armando Hart: un joven nonagenario

Autor: Bismark Claro Brito

“A ustedes, los jóvenes” es la expresión que marca el destino de su obra. Nunca calló lo que sabía -ahora tampoco lo hace; porque no esperó la vejez para escribir, transmitir ideas consustanciales a la nación cubana, reflexionar e invitar a hacerlo a la misma vez y sin ataduras filosóficas, ni dogmas enajenantes. Para Armando Hart Dávalos, hablarle a la juventud era (es y será, por siempre) un deber, una vocación de vida.

Por eso revisito sus textos, que devienen testamentos culturales, para aprehender lo mejor del pasado y presente de lo nuestro desde su médula. Solo así podré hacerle frente a los desafíos del porvenir (originados y provistos en la escala del pensamiento).

Su deber -absolutamente voluntario- de dialogar con las nuevas generaciones trae a contexto deudas históricas que rompen el silencio y desmienten rumores populares. Esa suerte de compromiso moral con la ética intelectual que le antecedió y que convivió con él durante el siglo XX y los primeros años del XXI.

De hecho, esa convivencia, que lo convirtió en protagonista de la última etapa de liberación nacional (1953-1959), le permite ofrecer una obra de indudable valor testimonial asido a las raíces y a las piezas angulares de nuestra nacionalidad y cultura, respectivamente.

El doctor Hart recurre a la mirada martiana y descubre la savia de Cuba y su gente. Convierte al Maestro en traductor histórico para comprender aquello que no pudo sentir en piel propia durante la centuria decimonónica. En José Martí, encuentra respuestas, principios y sentimientos que asume, porque lo orientan, lo encauzan.

Como ministro de Educación -el primero de la Revolución cubana, este pensador cabal logró dirigir la Campaña de Alfabetización y, más que eso, estableció un nuevo concepto de educación permeado por su decálogo ético-moral. Asimismo, combatió como titular de Cultura para desestructurar un complejo andamiaje social establecido por más de 50 años, mediante políticas ajenas y verdaderamente revolucionarias a la propia intelectualidad de entonces.

A nueve décadas de su natalicio, Armando Hart Dávalos remueve la conciencia de una Isla desde la raíz histórico-cultural de su destino y hace de “ustedes (nosotros), los jóvenes”, sus más importantes destinatarios.

Hoy remitimos a usted un merecido homenaje, por enseñarnos a tener puestos los sentidos en lo nuestro, por ofrecernos su prosa sencilla y formadora, por confiar en la libertad creadora de la masa joven, por transmitirnos sus emociones y sentimientos (el amor a la justicia y el valor ético de las cosas), que ya son nuestros.

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